viernes, 22 de agosto de 2014

LA JAURIA TUITTERA
Como un medio de libertad se convierte en un peligro

El caso de la “violación de Málaga”, cinco jóvenes gitanos acusados de violar una azafata en una noche de feria, generó inmediatamente, y comprensiblemente, las reacciones del twitter-people, indignado contra un episodio, uno más, de violencia a la mujer.

La decisión del juez encargado del caso (una juez, una mujer) de dejar libres con cargos a los tres imputados mayores de edad, en lugar de sugerir cautela  en la reconstrucción y en la valoración de las opuestas versiones de los hechos, desencadenó una oleada de protestas, de críticas en las redes sociales, que a menudo se transformaron en un verdadero linchamiento mediático de los “presuntos” violadores, de la juez, del alcalde que había incautamente aconsejado prudencia, y de la etnia gitana en general.

En twitter nadie intervino para levantar la duda que las cosas podían haber ocurrido de otra manera. La tónica, de hora en hora más tórrida, era gritar al escándalo político (el alcalde), judicial (la juez) y social (los gitanos).

Personas, hasta personalidades, de indudable categoría moral y profesional no tardaron en sumarse a la “indignación general” que vertía inmensa cantidad de insultos, descalificaciones, amenazas a través de las redes sociales. Se llegó al extremo de acusar de complicidad en la violación a un programa de televisión por haber permitido a los acusados de proclamar su inocencia.

Y más allá de la crónica del suceso y de las valoraciones, lo que se expresaba con cínico sarcasmo era una “violencia virtual”, no menos peligrosa de una agresión física, basada en el conformismo, en el anonimato, en la participación multitudinaria.  La versión digital, y de masa, de la Hybris de los griegos antiguos, este instinto violento incontrolable que tiene la fuerza del fuego que purifica, el reo y su verdugo.

Solamente 24 horas después la juez, con la conformidad del fiscal, archivaba la denuncia y dejaba libres y sin cargos todos los acusados. Un vídeo, la grabación del episodio, y unos cuantos testigos confirmaban, más allá de cualquier duda, que se había tratado de un acto consentido entre adultos.

Vale la pena considerar la circunstancia que, dada la situación, la decisión tomada por los magistrados, por muy fundamentada, no dejaba de ser además muy valiente; un valor sin ninguna duda apoyado en la absoluta certeza que la decisión que tomaban era no la mejor, si no la única que jueces dignos de este nombre podían tomar.

¿Qué impacto ha producido en las redes sociales una tan sorprendente evolución de los hechos?

La reacción predominante fue el silencio.

En las siguientes 24 horas, salvos unos cuantos que seguían despotricando en teorías conspirativas, hasta lanzar, siempre vía twitter, una petición popular para exigir la re-apertura del caso, casi nadie de los miles asaltantes del día anterior consideró oportuno rectificar. Si lo hizo Arturo Pérez Reverte, con humildad y estilo propio.

Ni siquiera la solicitación explicita y directa a rectificar, simplemente postando el hastag #perdonMalaga, dirigida a algunos de los más eminentes entre los miles de linchadores digitales, conseguía casi ningún efecto. Muchos, casi todos, han preferido ocultar con el silencio su propio error, aun sabiendo que habían contribuido a la posible destrucción social de cinco chavales y de servidores públicos, culpables de ser inocentes los unos y leales a su juramento los otros.

A estos vanidosos y cobardes conformistas les quiero recordar que en época digital todo deja rastro y que su infamia quedará imborrable, si no procuraran enmendarla con un gesto inequívoco de disculpa.



Considero significativo y muy grave este episodio que demuestra inapelablemente que la libertad, la justicia, el honor son conceptos íntimos, individuales; que no existe, ni puede existir, ningún instrumento que los pueda defender de quien no los siente interiormente; que la “masa”, mimetizarse en la masa,  todavía sigue siendo la coartada de los conformistas; que ir en contra de la corriente es muy incomodo, especialmente cuando la corriente es impetuosa y lo arrastra todo; que twitter y la demás redes sociales, pueden ser una gran palanca de libertad, pero también un feroz instrumento de vejación.