martes, 28 de enero de 2014

LA PISTA DE DESPEGUE Y EL AVION QUE NO VUELA



Hace 15 años José María Aznar decidió lanzar una ofensiva positiva hacia el mundo del cine español. El instrumento para captar la benevolencia de un colectivo tradicionalmente de izquierda fue la ley 22/1999, de financiación anticipada del cine español, que obligaba todos los operadores de televisión, públicos y privados, a destinar el 5% de su facturación a la producción o a la compra de películas españolas, para “crear una pista de despegue para el cine español en el mundo.”

Han pasado 15 años desde entonces y a pesar de una pista larga más o menos 2.000 millones de €, que se hace cada año más larga de 150 millones, el avión no despega.

Al revés: lejos de haber consolidado una industria fuerte, competitiva, internacional, expansiva, el cine español pasa por sus momentos más difíciles.

Resulta difícil entender como pueda ocurrir que nuestra cinematografía, la con más talento creativo y más galardonada en Europa, dotada de una tradición profesional de primer orden, financiada tan generosamente, no haya sido capaz de consolidarse como una industria líder, aunque consiga puntualmente éxitos indiscutibles.

Tiene materia prima (talento), know how (producción ejecutiva), recursos financieros y… no despega.

La cosa resulta todavía meno comprensible si se considera que las mismas televisiones, en los mismos 15 años, sin que ninguna ley las obligara, han desarrollado con los mismos actores, guionistas, directores, productores ejecutivos, técnicos y mismas infraestructuras, una actividad de producción de series españolas que triunfan con el público; ganan la batalla con las series americanas; facturan más publicidad que cualquier otro género de programación; consolidan una fuerte industria audiovisual española, capaz de exportar cada vez más sus productos; promueven el talento y crean cientos de nuevos puesto de trabajo.

Pues ¿cómo explicar un destino tan diferente entre películas y series?

Hay formas de expresión artísticas, como poesía, literatura, arte figurativo y plástico, que podemos considerar individuales, ajenas a cualquier vínculo económico, productivamente artesanales. El artista, por sí solo, sin gran inversión económica, produce su propia obra.

Hay otras formas de expresión artística, curiosamente toda forma que implica la presencia de público, como teatro, ballet, opera lírica, conciertos musicales, y por supuesto las películas cinematográficas, que necesitan un esfuerzo productivo, a veces imponente, de carácter colectivo y requieren ingentes recursos económicos para su realización.

Las películas cinematográficas podrán tal vez ser arte, pero siempre son industria, y además industria de gran intensidad de capital.

En estos 15 años gobernantes deseosos de no provocar la enemistad del mundo del cine han pensado que garantizar la financiación, a cargo de las televisiones, de la producción cinematográfica española, que ha alcanzado en más de un año las 150 películas, era la mejor manera de asegurar solidas perspectivas a esta industria.

Pero el sector cinematográfico no ha sido capaz de producir “productos” capaces de regenerar y remunerar el capital invertido. De tal forma que la “obligación a financiar anticipadamente” se ha convertido establemente en una “obligación a subvencionar a fondo perdido” un sector privado (el cine español) por parte de otro sector privado (las televisiones). Esta circunstancia ha sugerido al Tribunal Supremo de pedir al Tribunal Constitucional si tal obligación sea o no conforme a la Constitución.

Es evidente que la crisis  del cine español no la resuelven “financiadores” que siempre paguen la cuenta. Por mucho que a alguien le duela reconocerlo, hacen falta “empresarios” que arriesguen su inversión, exigiendo la realización de un producto capaz de devolvérsela con ganancias.

Exactamente lo que hacen las empresas de televisión con las series, y también con las películas en las que participan y que este año han sumado el 75% de la taquilla del cine español.

Las películas son hoy en día solo una parte del más amplio mundo digital de los contenidos audiovisuales, que comprende también series, mini-series, tv-movies, videogames, aplicaciones, publicidad y cada día mucho más. Todos productos de la misma industria, del mismo talento, de los mismos profesionales.

Los contenidos audiovisuales están en el centro del entretenimiento y de la información digital, y sus locomotora son las televisiones, las productoras más importantes de estos contenidos, por horas producidas, por número de clientes y por entidad de inversión.

La televisión no es el enemigo del cine español, al revés es su principal oportunidad de despegue.


La pista ya está hecha; intentamos construir todos juntos otro avión: uno que vuele.