lunes, 10 de febrero de 2014

¡NO! NO ESTA' EN EL SUELDO DE WERT


El Ministro de Cultura José Ignacio Wert, declinando la invitación de la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas, este domingo no ha asistido a la entrega de la edición nº 28 de los Premios Goya.

Se ha justificado con una excusa, problemas de agenda, siendo difícil de creer que pudiera tener compromisos más relevantes (un domingo y de noche) que participar a la más importante cita con el cine español, sector en el cual Wert representa el Gobierno de España.

Hay que recordar, por otra parte, que la ocasión de la entrega de los premios Goya se ha convertido desde hace tiempo en un escrache colectivo del cine al gobierno de turno, que el propio Wert ya el año pasado tuvo que tragar.
Y por si acaso el ministro lo hubiese olvidado, a lo largo de los días inmediatamente anteriores a la ceremonia, muchos le habían pre anunciado que le esperaba un caluroso comité de bienvenida.

No quiero comentar, una vez más,  el masoquismo de quien, año tras año, transforma la fiesta del cine español en un aquelarre, capaz de resucitar todos los prejuicios, de reavivar los sentimientos de hostilidad, de alejar amplios sectores de público, de quemar puentes con posibles aliados, en contra de los intereses evidentes del sector cinematográfico.

Es imposible entender quién quiere, año tras año, que en el día después de los Premio Goya, las primeras páginas de los periódicos, las tertulias radiofónicas, las redes sociales representen al cine español como una secta de privilegiados, una guarida de revoltosos, un enjambre de desagradecidos.

Es un misterio que, como casi todo en el cine, mucho tiene que ver con el psicoanálisis.

No, no quiero hablar de eso; quiero dedicarme a la ausencia del Sr. Ministro que muchos, mejor dicho la mayoría, han considerado inoportuna, definiéndola  un vero y propio error, ya que en sus opiniones “aguantar el chaparrón está en su sueldo de ministro”, “tenía que ir y escuchar educadamente las protestas (sic)”, “que era su obligación aceptar la invitación en cualquier caso”.

Una invitación a una fiesta no es lo mismo que retar a un duelo y si existe una obligación a aceptar por parte de quien representa el pueblo español, también es conveniente que quien invita tenga presente la misma circunstancia.

Invitar el ministro a una fiesta de entrega de premios, no a un debate, prometiéndole que “se va a enterar”, es intentar una encerrona a quien representa 44 millones de españoles, estén o no de acuerdo con su política para el cine español.

Quien dice que en la ocasión no ha habido ninguna contestación violenta, olvida la larga tradición de los Goya anteriores y que probablemente propio la ausencia de Wert ha propiciado el menor calentamiento de la platea.

¿Cómo habría tenido que reaccionar el ministro si, estando presente, le hubiese caído encima la consueta bordada de insultos que caracteriza sus publicas apariciones, aunque no coincidiendo, como el domingo, con una expresa invitación? Lo más normal, lo que habría hecho cualquier invitado en una fiesta donde se le insulte, hubiera sido marcharse, creando un escándalo todavía más violento y una ruptura más profunda con el sector.

“¡Está en su sueldo aguantarse!” protestan muchos, quizá decepcionados por el fracasado auto-da-fe, olvidando la circunstancia que la mitad de los que estaban sentados cobra más de lo que cobra Wert para ejercer de ministro.

¡NO! No está en ningún sueldo la obligación de dejarse insultar y meno por parte de quienes reciben subvenciones en base a las decisiones del insultado, porque eso sería una intimidación, y tampoco esa está incluida ni en el sueldo ni en las subvenciones.


P.D. No me consta que, desde la Academia, nadie se haya disculpado nunca por anteriores episodios similares.

domingo, 2 de febrero de 2014

PORQUE PEDRO J. YA NO ES EL DIRECTOR DE EL MUNDO



El cambio de director de El Mundo, con el relevo de Pedro J. Ramírez por parte de Casimiro García Abadillo, ha desencadenado un intenso debate alrededor de la correcta interpretación de los acontecimientos. 
En estos casos es prudente y provechoso definir los hechos ciertos, separándolos de los aparentes, y basar en ellos cada cual su propia teoría.

El primer hecho cierto es que se trata de una destitución por parte del editor, en contra de la voluntad del director saliente. Así la ha definida el directo interesado dirigiéndose a la redacción en su discurso de despedida, en el que reafirmó que si era para él seguiría toda la vida como director de El Mundo.

El segundo hecho cierto es que no ha sido ni un despido ni una dimisión y el cambio, aun con tensiones, ha sido pactado con Pedro J. que en definitiva lo acepta, ya que seguirá dos años más publicando en el periódico su carta del domingo y manteniendo alguna responsabilidad en el grupo Unidad Editorial.

La tercera certeza es la continuidad de la línea editorial. El nuevo director Casimiro G. Abadillo,  ha sido por 25 años, desde la fundación de El Mundo, el segundo de a bordo de Pedro J. y es el propio Pedro J. que lo indica como la mejor garantía de continuidad. 
No se debe por lo tanto buscar la razón de la destitución en discrepancias en la línea editorial entre propiedad y redacción.

La cuarta evidencia es el amplísimo espectro de “resentidos” a causa de la fortísima personalidad y del peculiar estilo de dirección de Pedro J. 
Muchos habrán podido alegrarse por su destitución, en el partido al gobierno y en la oposición; en Cataluña o en el País Vasco; un González u otro González; en los sindicatos y en la principal organización patronal; entre los forofos del Barça y también del Real Madrid; en las filas monárquicas y entre los huérfanos de la república; a Madrid y a Sevilla; entre protagonista, antiguos o recientes, de las crónica judiciales, sean ellos jueces, abogados, fiscales, condenados o absueltos. 
Buscar los inspiradores de una conjura de los poderes fácticos contra el príncipe de uno de los más poderosos de esos poderes, seria atribuir arbitrariamente culpas y/o méritos.

La quinta cosa cierta es la crisis profundísima de los medios de papel. Es una crisis generalizada, que embiste todos los grupos de comunicación de prensa, en España y en todo el mundo. 
Los elementos específicos de Unidad Editorial en esta crisis han sido dos: (i) la adquisición en 2007 del grupo Recoletos, con el relativo endeudamiento de 1.000 millones de €, y (ii) el lanzamiento de Orbyt, la alternativa digital a El Mundo de papel. 
Estas dos operaciones pesan en la situación empresarial del grupo, aunque no se pueda establecer definitivamente si hayan sido un error o un acierto. 
En situaciones similares siempre hay alguien que paga. En el fútbol normalmente le toca al entrenador, aun cuando no sea el principal responsable, y Pedro J. era hasta ayer, sin duda alguna, el entrenador de El Mundo y de toda publicación del grupo.

Todos estos son hechos y cualquier teoría tiene que poderlo colocar coherentemente en el contexto. Valen también conjeturas o intuiciones, siempre y cuando no contradigan los hechos.

Lo más prudente es esperar un tiempo, y no hará falta que sea largo. En pocos meses la verdad se explicará de por sí misma, sin necesidad de profetas o interpretes, y todos tendremos claro porque Pedro J. Ramírez dejó ayer de ser el director de El Mundo, digan hoy lo que digan todos los interesados, antiguo director incluido.

martes, 28 de enero de 2014

LA PISTA DE DESPEGUE Y EL AVION QUE NO VUELA



Hace 15 años José María Aznar decidió lanzar una ofensiva positiva hacia el mundo del cine español. El instrumento para captar la benevolencia de un colectivo tradicionalmente de izquierda fue la ley 22/1999, de financiación anticipada del cine español, que obligaba todos los operadores de televisión, públicos y privados, a destinar el 5% de su facturación a la producción o a la compra de películas españolas, para “crear una pista de despegue para el cine español en el mundo.”

Han pasado 15 años desde entonces y a pesar de una pista larga más o menos 2.000 millones de €, que se hace cada año más larga de 150 millones, el avión no despega.

Al revés: lejos de haber consolidado una industria fuerte, competitiva, internacional, expansiva, el cine español pasa por sus momentos más difíciles.

Resulta difícil entender como pueda ocurrir que nuestra cinematografía, la con más talento creativo y más galardonada en Europa, dotada de una tradición profesional de primer orden, financiada tan generosamente, no haya sido capaz de consolidarse como una industria líder, aunque consiga puntualmente éxitos indiscutibles.

Tiene materia prima (talento), know how (producción ejecutiva), recursos financieros y… no despega.

La cosa resulta todavía meno comprensible si se considera que las mismas televisiones, en los mismos 15 años, sin que ninguna ley las obligara, han desarrollado con los mismos actores, guionistas, directores, productores ejecutivos, técnicos y mismas infraestructuras, una actividad de producción de series españolas que triunfan con el público; ganan la batalla con las series americanas; facturan más publicidad que cualquier otro género de programación; consolidan una fuerte industria audiovisual española, capaz de exportar cada vez más sus productos; promueven el talento y crean cientos de nuevos puesto de trabajo.

Pues ¿cómo explicar un destino tan diferente entre películas y series?

Hay formas de expresión artísticas, como poesía, literatura, arte figurativo y plástico, que podemos considerar individuales, ajenas a cualquier vínculo económico, productivamente artesanales. El artista, por sí solo, sin gran inversión económica, produce su propia obra.

Hay otras formas de expresión artística, curiosamente toda forma que implica la presencia de público, como teatro, ballet, opera lírica, conciertos musicales, y por supuesto las películas cinematográficas, que necesitan un esfuerzo productivo, a veces imponente, de carácter colectivo y requieren ingentes recursos económicos para su realización.

Las películas cinematográficas podrán tal vez ser arte, pero siempre son industria, y además industria de gran intensidad de capital.

En estos 15 años gobernantes deseosos de no provocar la enemistad del mundo del cine han pensado que garantizar la financiación, a cargo de las televisiones, de la producción cinematográfica española, que ha alcanzado en más de un año las 150 películas, era la mejor manera de asegurar solidas perspectivas a esta industria.

Pero el sector cinematográfico no ha sido capaz de producir “productos” capaces de regenerar y remunerar el capital invertido. De tal forma que la “obligación a financiar anticipadamente” se ha convertido establemente en una “obligación a subvencionar a fondo perdido” un sector privado (el cine español) por parte de otro sector privado (las televisiones). Esta circunstancia ha sugerido al Tribunal Supremo de pedir al Tribunal Constitucional si tal obligación sea o no conforme a la Constitución.

Es evidente que la crisis  del cine español no la resuelven “financiadores” que siempre paguen la cuenta. Por mucho que a alguien le duela reconocerlo, hacen falta “empresarios” que arriesguen su inversión, exigiendo la realización de un producto capaz de devolvérsela con ganancias.

Exactamente lo que hacen las empresas de televisión con las series, y también con las películas en las que participan y que este año han sumado el 75% de la taquilla del cine español.

Las películas son hoy en día solo una parte del más amplio mundo digital de los contenidos audiovisuales, que comprende también series, mini-series, tv-movies, videogames, aplicaciones, publicidad y cada día mucho más. Todos productos de la misma industria, del mismo talento, de los mismos profesionales.

Los contenidos audiovisuales están en el centro del entretenimiento y de la información digital, y sus locomotora son las televisiones, las productoras más importantes de estos contenidos, por horas producidas, por número de clientes y por entidad de inversión.

La televisión no es el enemigo del cine español, al revés es su principal oportunidad de despegue.


La pista ya está hecha; intentamos construir todos juntos otro avión: uno que vuele.